domingo, 12 de julio de 2015

Paulina Juszko: sus respuestas y poemas Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

Continúa hoy la publicación -parte final- de la entrevista realizada por Rolando Revagliatti, a la escritora Paulina Juszko.





 14 – Fue en una reciente charla telefónica, Paulina, que mencionaste que tenías unas cuántas obras inéditas.


          PJ – ¿Te paso los títulos…?: “Rabelesiana” (adaptación teatral de la obra de Rabelais); “Escuela de verdugos” y “Osteolipomaquia” (dramaturgia);“Concierto de masturbanda”“Sagrada sangre” (Mención 1997 del Fondo Nacional de las Artes), “Eternos laureles” (novelas); “Por una cabeza” (novela policial); “Al gran pueblo argentino ¡salud! (jubilados-desocupados abstenerse)” (notas de humor de los ’90); “La cocina del humor” (ensayo sobre los procedimientos del humor literario); “Del vagar breve”(poemario); y en coautoría el que antes te conté, “Criadero de cocodrilos”. ¿No te parece tremendamente frustrante tener tantos inéditos? O soy una escritora muy mala —ya que ninguna editorial me da bola— o en este país pasó algo con el negocio editorial después del año 2000. Tengo que optar por la segunda posibilidad para salvaguardar mi autoestima: los grandes grupos editoriales que quedan se manejan como empresas que sólo publican autores de venta segura.

          Hace años, en una entrevista para la revista “La Maga”, me pidieron una opinión sobre la regionalización de la literatura y contesté que habrá una verdadera literatura bonaerense (o mendocina, o patagónica, o…) cuando en estos sitios se den las posibilidades de publicar, y no sólo a cuenta de autor. ¿Y hasta qué punto no es ingenuo soñar con esa regionalización, cuando prácticamente todo el negocio editorial de Buenos Aires está en manos de capitales extranjeros?



          15 – Busqué y encontré en mi biblioteca un ensayo tuyo —publicado en el nº 3, 2005/2006, de la Revista “El Espiniyo”— titulado “Poesía y Humor”. Es probable que te cuentes entre los escritores argentinos que más ha investigado sobre el humor en la literatura.


          PJ – Como soy muy propensa a utilizar en mis escritos la ironía, el sarcasmo y el humor negro, y considero que el humor es catártico, me puse a investigar sobre el tema. El primer resultado fue mi ensayo “El humor de las argentinas”, donde hablo de las mujeres que colaboraron en diarios y revistas argentinos haciendo humor gráfico y escrito; el segundo, otro ensayo (aún inédito): “La cocina del humor”, donde analizo los procedimientos del humor literario (con ejemplos desde Aristófanes hasta Roberto Fontanarrosa) y los diversos tipos de humor según  la temática (negro, blanco, rojo, amarillo) y según el país (judío, inglés, argentino). Este último trabajo, que podría resultar muy útil en los talleres de escritura con humor que se pusieron de moda recientemente, no despertó sin embargo el interés de ningún editor. 



          16 – Varios títulos de las conferencias que has realizado en los últimos cinco lustros me entusiasman, pero voy a elegir uno, el de la que me agradaría estar leyendo ya mismo: “¿Por qué las heroínas de novela son casi siempre jóvenes?” Paulina: ¿Por qué las heroínas de novela son casi siempre jóvenes?...


          PJ – Te resumo aquí mi planteo. Desde tiempos inmemoriales la mujer es representada como un instrumento erótico y reproductor, y el varón como generador de pensamiento y acción. Para que resulte atractivo, el argumento de una novela o un culebrón no puede dejar de lado el ingrediente erótico y este pathos está encaminado a la reproducción de la especie. ¿Y por dónde entra Eros? En primera instancia por los ojos. En el reino animal la naturaleza engalana generalmente a los machos para lograr su fin, mientras que entre los humanos resultó favorecida la hembra. Y es en la juventud cuando ésta encarna plenamente los cánones de belleza que rigen desde el comienzo de los siglos, kilito más o menos. Pasada la edad de la pasión, la mujer pierde todo glamour, tanto en la literatura como en la vida real, y de los roles de protagonista desciende a los de reparto; con la madurez adquiere una cualidad de transparencia que suele acentuarse hasta la invisibilidad.

          Es cierto que en la segunda mitad del siglo XX, gracias a la cirugía y a múltiples tratamientos, la juventud se prolongó, con todos sus atributos. A nadie se le ocurriría hoy llamar “ancianas” a Nacha Guevara, Moria Casán y tantas otras. Pero en el siglo XIX se era una mujer madura a los treinta años; en la novela “Ella y él” de George Sand, la protagonista femenina, Teresa, se lamenta cuando es requerida de amores: “Es muy tarde para buscar lo que huye de mí. Tengo treinta años”; y todavía en 1949, fecha de publicación de “1984” de George Orwell (que entre tantas cosas que predijo, no supo anticipar los desfasajes que se produjeron entre las etapas de la vida) encontramos: “Cuando la vi a plena luz resultó una verdadera vieja. Por lo menos tenía cincuenta años”. Esta exigencia de juventud y belleza es válida sobre todo para el sexo femenino, pues basta con mirar cualquier telenovela para constatar que los varones —aunque sean

panzones y calvos, aunque tengan pelos en la nariz, pies planos y más legañas que perro callejero— siguen conquistando hermosas pendejas y se dan el lujo de engañar no sólo a su legítima, sino también a su amante. En “Cándido” de Voltaire (s. XVIII), Cunegonda va envejeciendo mientras que el protagonista no parece sufrir los ultrajes del tiempo, y el autor presenta como un rasgo de generosidad por su parte el tomar por esposa a una Cunegonda vieja y fea, que perdió por eso todo derecho a ser amada.

          Algunos escritores del siglo XX, como Mario Vargas Llosa (en “Doña Julia y el escribidor”, “Elogio de la madrastra”, “Los cuadernos de don Rigoberto”), ensalzaron los atractivos de la mujer madura. Gabriel García Márquez escribió —realismo mágico mediante— una historia de amor y sexo entre gerontes: “El amor en los tiempos del cólera”. En “Viajes con mi tía” Graham Greene nos presenta a la desprejuiciada septuagenaria Augusta. Y también me pongo como ejemplo con mi novela “El año del bicho bolita”, protagonizada por mujeres de la llamada “tercera edad”.

          El cine y el teatro parecen más abiertos al protagonismo de las maduras y las ancianas. Pero es evidente que para superar los estereotipos milenarios debe producirse un cambio radical en la escala de valores. Cuando esto ocurra el protagonismo avuncular no se asentará en la maldad (las brujas de los cuentos), o en el vicio (la Celestina), o en la extravagancia (la tía Augusta), sino fundamentalmente en la calidad de ser pensante. Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Hannah Arendt en la última etapa de sus vidas constituyen el mejor ejemplo: ésas son las verdaderas heroínas de la novela del siglo XX.



          17 – Es porque no recuerdo que se hubiese promovido alguna vez un Certamen de Autobiografías, que enterándome de que resultaste finalista en uno que se denominó “Ricardo Jones Berwyn”, en la ciudad de Gaiman, provincia de Chubut, en 2010, me intereso por saber de él.


          PJ - Participé con un trabajo titulado “Flashes”. Creo que la idea original de este certamen fue estimular la narración y difusión de historias de vida de los inmigrantes galeses de esa zona, a fin de preservar su memoria; pero está abierto sin restricciones a participantes de cualquier provincia y nacionalidad.



          18 – Primero: confieso que pocos caligramas lograron atraerme. Segundo: ¿exagero si afirmo que a vos te fascinan?...


          PJ – Decir que me fascinan es un poco exagerado. Me encantan porque aúnan poesía y plástica, y componerlos tiene mucho de juego, es divertido. Este gusto me lo contagió Guillaume Apollinaire con  su poema “La colombe poignardée et le jet d’eau” (= “La paloma apuñalada y el chorro de agua”). Pero sólo de vez en cuando me inspiro para escribir un caligrama.

  
Paulina Juszko selecciona poemas inéditos de su autoría para acompañar esta entrevista:
  Lo quiero igual que usted me quiso a mí, de a trozos.
                                                                         Dante Bertini, “Salvajes mimosas”



              Frase que define el amor humano. 

     Y yo aquí                                                                                                                                                                una mañana en que tantas cosas se despiden

discretamente,

sin alharacas,

en un rincón que destila

la mansedumbre del otoño incipiente.


Olas de amor fragmentado me depositaron aquí.

Último puerto.

Finis orbis.

Contemplo.

Recojo migajas de violentos festines.

¿Es poco?

¿Es mucho?

No lo sé.

Pero intenso, luminoso y cálido.

Intensidad que no desequilibra.

Luz que no enceguece.

Calor que no consume.

*
OJO 
Paaaatina sobre las superficies o deja pátina

guante de cirugía aislando

elástico de honda creando espacio

cobija / destierra

achica / agranda

revela / esconde

Ver sin mirar se puede pero ¿mirar sin ver?

escudriñar

hasta el hueso y más adentro

hasta el tuétano y más adentro

hasta lo invisible

despellejar / descarnar / arañar esqueleto

y más adentro

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