miércoles, 21 de diciembre de 2011

Dos poemas navideños separados por cuatro siglos


Todos, veo yo, festejan la Navidad. Claro que según el modo de cada cual. Generalmente la familia se reúne, aunque no sea toda la noche, y está bien. Otros van a esas inolvidables Misas de Gallo, que ahora se hacer más temprano para que a las doce puedan estar todos juntos, creyentes y no creyentes. Siempre en esta ocasión presento un poema laico que nos haga mejores, como Los Justos de Borges. Hoy, con igual respeto a todos los lectores y escritores amigos, cristianos o no, me voy a volver sobre el motivo de esta fiesta, que conmemora el cumplimiento de lo prometido: la paz con Dios y la posibilidad de estar con él para siempre. Pero este hecho es un acto amoroso, por eso se habla tanto del amor y para ilustrarlo, les envío un poema del siglo XVII y otro cercano, de este siglo XXI para ver como dos poetas cristianos entienden la raíz de la Navidad .Uno, el español. era amigo de los juegos de palabras y de los estribillos, tan famoso que lo llamaban “el divino”. El otro, nacido hace poco en la Argentina, es un gran poeta, que ha hecho estudios de Teología en Europa y es psicólogo. Y que yo espero quese lo conozca cada día más en su justo valor.

Un abrazo, con los mejores deseos para todos en el 2012.

Isabel Llorca Bosco

Villancicos

V

Alma dormida, despierta,

y escucha el dulce clamor,

porque esta noche el amor

te ha echado un niño a la puerta.

No es bastardo, aunque está al hielo.

Ni pobre, aunque a puertas va.

Ni huérfano, con que está

rico su Padre en el Cielo.

Y pues tu dicha es tan cierta,

estima mucho el favor,

pues esta noche el amor

te ha echado un niño a la puerta.

A puertas del corazón

el amor te le ha colgado,

visto el tiempo que has estado

sin hijos de bendición.

A sus clamores despierta

y escucha el dulce clamor,

pues esta noche el amor

te ha echado un niño a la puerta.

Alonso de Ledesma.

Conceptos espirituales

XXXVll

Cuando vi aquel vagón vacío

en esa vía muerta

y ese pesebre hecho

con diarios viejos,

comprendí que Cristo

no había nacido en Belén.

José Martín Vargas.
El deseo de la montaña

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