martes, 25 de mayo de 2010

Bicentenario del 25 de Mayo



Amaneció turbio el día,
destemplado y ceniciento,
Y amanecieron las almas
borrascosas como el tiempo.
Volaban las bajas nubes,

tocando los bajos techos,
mientras el viento jugaba
al arco con los sombreros.

Y caía una garúa
que calaba hasta los huesos.
De arriba abajo medíanse,
con altivez y recelo,
militares y paisanos,

adolescentes y viejos,
humildes y poderosos

y hasta mulatos y negros,
buscando los dos colores
en solapas y sombreros.

De pronto, una batahola
fue del uno al otro extremo
de la plaza y enseguida
sobrevino un gran silencio.

A la media hora
estalló un júbilo inmenso;
y aunque el sol ya se ponía
debió alumbrar un momento.

Germán Berdiales

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